En lo más profundo del corazón de la Ribeira Sacra, allí donde las laderas se precipitan sobre los ríos Miño y Sil y la viticultura se convierte en un acto de fe y perseverancia, nace Don Bernardino, una bodega que no solo elabora vino, sino que preserva una historia que se remonta a los propios orígenes de la viticultura en España.

Una leyenda que cruza siglos
Las crónicas y leyendas locales aseguran que los vinos de la Ribeira Sacra eran transportados hasta Roma para el deleite de los césares. Aunque esto suene a fábula, lo cierto es que hay vestigios arqueológicos que respaldan la presencia romana y sus prácticas agrícolas en la zona. Así, se forjó una cultura vitivinícola que perdura hasta nuestros días, gracias a siglos de tradición y a un saber hacer que ha pasado de generación en generación.
Viticultura heroica: un legado que sobrevive al tiempo
La viticultura en la Ribeira Sacra no es tarea fácil. Las pendientes abruptas, el clima cambiante y el acceso complicado a los viñedos hacen que se la conozca como “viticultura heroica”. Esta expresión no es una exageración: cada racimo, cada cepa y cada vendimia representan el fruto del trabajo arduo de viticultores que desafían la lógica para mantener viva una tradición milenaria.
Es en este contexto donde se entiende el verdadero valor de Don Bernardino, una bodega que ha sabido honrar esta herencia con un enfoque profundamente humano, artesanal y familiar.
De los anacoretas a los césares… y al mundo

Durante la Edad Media, los monjes cristianos, herederos indirectos de la tradición romana, poblaron las riberas de los ríos gallegos, construyendo monasterios y cultivando las laderas. Ellos no solo rezaban: también plantaban, vendimiaban y fermentaban. Hoy en día, todavía pueden encontrarse joyas del arte románico entre los viñedos, recordándonos que el vino, en esta tierra, es cultura, espiritualidad y resistencia.
Don Bernardino: pasión familiar y visión de futuro
Fue en la década de los años 50, cuando muchos abandonaban los viñedos de Amandi por considerarlos poco rentables, que Bernardino Rodríguez se mantuvo firme en su compromiso con la tierra y con la tradición familiar. Heredó los viñedos de su padre, como este lo hizo del suyo, y se negó a rendirse ante la adversidad. Su intuición, amor por la tierra y respeto por los antepasados sentaron las bases de una bodega con alma.
Ya en los años 90, su hijo Emilio Rodríguez tomó el relevo. Su enfoque fue claro: respetar las técnicas tradicionales pero elevar la calidad hasta nuevos estándares. De su mano, Don Bernardino se moderniza sin perder su esencia, combinando historia y técnica, legado y proyección.
La elaboración: arte, paciencia y Mencía
La bodega Don Bernardino se encuentra en Sta. Cruz de Brosmos, en el municipio de Sober, Lugo. Allí, en una antigua construcción de piedra reformada y modernizada en 1999, nacen vinos que son reflejo de la tierra y del tiempo. Con tecnología puntera, pero sin renunciar al carácter artesanal, se cuida cada paso del proceso de vinificación.
Fue en 1997 cuando se elaboró el primer vino Mencía envejecido en barrica de roble de la D.O. Ribeira Sacra. Aquel experimento pionero acabó convirtiéndose en una seña de identidad. Hoy, cuando la cosecha lo permite, se producen hasta 15.000 botellas de este vino especial.
En paralelo, la expansión del viñedo ha sido constante: más de 10 hectáreas propias y 5 controladas de pequeños viticultores locales, todos bajo la dirección de Emilio Rodríguez, permiten alcanzar una producción anual de 60.000 botellas, siempre manteniendo una calidad sobresaliente.
Una familia, una tierra, una historia
La esencia de Don Bernardino reside en su espíritu familiar. No se trata solo de hacer vino, sino de transmitir un legado emocional y cultural. El patriarca Bernardino no solo dejó viñas: dejó valores, dejó pasión, dejó la receta secreta de una tierra que respira vino en cada rincón.
Y ese espíritu vive hoy en cada botella, que cuenta una historia milenaria en cada copa. Un relato de esfuerzo, paciencia, resiliencia y amor por Galicia, por sus valles, por sus ríos, por su gente.
Vinos con alma, vinos con verdad
Los vinos de Don Bernardino, especialmente los de Amandi, son mucho más que expresiones de la variedad Mencía. Son vinos de gran frescura, profunda frutosidad, limpieza aromática y una boca equilibrada, donde se perciben claramente las virtudes que les hacen únicos en el mercado.
Cada sorbo es una conexión con la naturaleza abrupta y majestuosa de la Ribeira Sacra, una tierra donde el vino es testigo de siglos de historia. En un mundo dominado por la velocidad y lo efímero, Don Bernardino representa la permanencia, el respeto y la autenticidad.